ARZOZ
Santa Cruz,
Nuestra Señora de Opacua, San Gervasio, San Juan, San Miguel. Está última la
encuentra el obispo el 18 de julio de 1801 en tal estado que ordena «se
suspenda la celebración de todo acto de religión hasta tanto se reedifique y
ponga con decencia y no haciéndolo se derruya»; en caso de que se restaure, «se
haga con bulto nuevo». También mandó demoler las de San Juan y Santa Cruz»,
cuyo material se debía aplicar a las de San Miguel y S. Gervás. Este mandato no
se cumplió en sus términos. Hoy no existen San Juan y S. Miguel (Curiosamente,
el DGH dice que sólo hay dos ermitas, cuyas advocaciones no da). Opacua estaba
desolado ya en 1500, pero el 17 de septiembre de 1549, cuando Martín de
Metauten tomó posesión de la abadía de Arzoz, repitió la ceremonia en la
iglesia de Opacua. En 1801 Igual de Soria mandó poner puertas con cerraduras,
revisar la bóveda, pintar el nicho y aderezar un dosel a la imagen, cuyo rostro
y mano derecha necesitaban un retoque y la mandó librar de «todos los
escapularios, cintas y cuadros pequeños que están alrededor». La ermita de San
Gervás era sede de la cofradía del mismo título. Sus ordenanzas de 1572
mandaban que en ella debía decir el capellán las dos misas semanales por los
vivos y difuntos de la fratría. También estatuían dos comidas, una de pescado y
otra de camero, cuyos sebos serían para el alcalde y regidores «para ayuda de
los trabajos que han de pasar». Cuando el capellán Juan de Urdiáin reclamó a
los claveros de la cofradía los 4 almudes de trigo de cada cofrade, ellos se
negaron apoyados en la costumbre de no hacerlo, porque esa partida se iba en el
viaje a Pamplona para comprar el pescado del ágape fraternal. En ese proceso, a
los mayordomos se les llama «guelaris». En 1643, el cirujano de Puente, Bartolomé
Hernández, se retiró a San Gervás «convaleciente de una enfermedad que tenía al
presente». Fue una de las sesenta de 1585 y en 1613 era ermitaño Juan de Olio.
En 1726, opta fray Vicente de Mélida al puesto, vacante por matrimonio del
anterior, Pedro Salvador. Fray Vicente era entonces ermitaño en la del Camino
de Arguiñano y durante 26 años había ejercido en Asiain, Olio, Arguiñano y
Lacunza. Se avenía a ejercer de maestro por medio robo anual de trigo por cada
escolar de 6 a 12 años que tuviera en clase. Se le opuso Jerónimo Pérez de
Larraya, presbítero, ausenciero y sacristán, que se ofreció a dar las clases
gratis y además, la de doctrina y logró el puesto de ermitaño. En 1801 Igual de
Soria mandó retocar la imagen del titular y hacerle «la mitra nueva quitándole
la diadema que tiene; que así mismo se remuevan y entierren los dos ángeles que
están colocados a los dos lados del santo y que desde la mitad de la hermita
hacia el altar se revoque, alise y blanqueen las paredes, a no ser que se
prefiera dar a toda ella un color de piedra que seguramente sería de mayor
permanencia por las humedades que hay en ella».
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