miércoles, 19 de febrero de 2014

Socrates - Biografia

Socrates - Sampaio de Souza Vieira de Oliveira 

Nació el 19 de febrero de 1954 en Belém. 
Comenzó a jugar al fútbol con tan solo once años de edad. 
En 1973, hizó su debut profesional con el Botafogo de Riberao Preto. Los técnicos no depositaron en principio gran fe en sus cualidades: se trataba de un futbolista muy alto 1,91 m, delgado y con unos pies llamativamente pequeños, al que apodaron "magrao". 
Sin embargo, desarrolló un magnífico toque de balón, cercano al malabarismo, con un juego de tacón especialmente brillante. Tanto, que incluso llegó a lanzar algún penalti con esa parte del pie. 
Alternó su carrera deportiva con los estudios de Medicina, llegando a rechazar importantes ofertas de clubes como el Flamengo o el Fluminense para permanecer en el ambiente universitario de São Paulo. 
Ganó tres títulos de la Liga Paulista con el Corinthians (1979, 1982 y 1983), club al que había llegado en 1978 y en el que permaneció hasta 1985, para pasar posteriormente a la Fiorentina italiana, al Flamengo y al Santos. 
En los años 1982 y 1983, fue elegido mejor futbolista de Brasil, y recibió el Balón de Oro como mejor jugador de América en 1983. Participó en 56 partidos con la selección de Brasil, para la que consiguió 23 goles, y deleitó a los aficionados de todo el planeta en las Copas del Mundo de 1982 (junto con Zico, Falção y Junior) y 1986, aunque no consiguió proclamarse campeón del mundo. 
Se retiró en 1990, dedicándose a ejercer como médico. 



Falleció el 4 de diciembre de 2011como consecuencia del consumo prolongado de alcohol. Sócrates, de 57 años, se encontraba ingresado en el Hospital Israelita Albert Einstein de Sao Paulo a consecuencia de un choque séptico de origen intestinal causado por una bacteria.


lunes, 17 de febrero de 2014

sábado, 15 de febrero de 2014

Irena Sendler - Biografía

Irena Sendler

Nació el 15 de Febrero de 1910 en  Otwok, Varsovia

Irena Sendler fallecio el 12 de Mayo del 2008. Durante la 2ª Guerra Mundial, Irena consiguió un permiso para trabajar en el Ghetto de Varsovia como especialista de alcantarillado y tuberías. Pero sus planes iban más allá... Sabía cuales eran los planes de los nazis para los judíos (siendo alemana) Irena sacaba niños escondidos en el fondo de su caja de herramientas y llevaba un saco de arpillera en la parte de atrás de su camioneta (para niños de mayor tamaño). También llevaba en la parte de atrás un perro al que entrenó para ladrar a los soldados nazis cuando salía y entraba del Ghetto. Por supuesto, los soldados no querían tener nada que ver con el perro y los ladridos ocultaban los ruidos de los niños. . Mientras estuvo haciendo esto consiguió sacar de allí y salvar 2500 niños Los nazis la cogieron y le rompieron ambas piernas, los brazos y la pegaron brutalmente Irena mantenía un registro de los nombres de todos los niños que sacó y lo guardaba en un tarro de cristal enterrado bajo un árbol en su jardín. 


Después de la guerra, intentó localizar a los padres que pudieran haber sobrevivido y reunir a la familia. La mayoría habían sido llevados a la cámara de gas. Aquellos niños a los que ayudó encontraron casas de acogida o fueron adoptados. 
El año pasado Irena fue propuesta para recibir el Premio Nobel de la Paz... Pero no fue seleccionada Se lo llevó Al Gore, por unas diapositivas sobre el Calentamiento Global y en 2009, Obama sólo por buenas intenciones.


Mientras la figura de Oscar Schindler era aclamada por medio mundo gracias a Steven Spielberg que se inspiró en él para hacer la película que conseguiría  siete Oscar en 1993 narrando la vida de este industrial alemán que evitó la muerte de 1.000 judios en los campos de concentración, Irena Sendler seguía siendo una  heroína desconocida fuera de Polonia y apenas reconocida en su país por algunos historiadores, ya que los años de oscurantismo comunista habían borrado su hazaña de los libros de historia oficiales. Además ella nunca contó a nadie nada de su vida durante aquellos años.
Sin embargo, en 1999 su historia empezó a conocerse y fue, curiosamente gracias a un grupo de alumnos de un instituto de Kansas y a su trabajo de final de curso sobre los héroes del Holocausto. En su investigación dieron con muy pocas referencias sobre Irena, sólo había un dato sorprendente: había salvado la vida de 2.500 niños.
Cómo es posible que apenas hubiese información sobre una persona así? Pero la gran sorpresa llegó cuando tras buscar el lugar de la tumba de Irena,  descubrieron que no existía porque ella aún vivía, y de hecho todavía vive. Hoy es una anciana de 97 años que reside en un asilo del centro de Varsovia en una habitación donde nunca faltan ramos de flores y tarjetas de agradecimiento procedentes del mundo entero.
Cuando Alemania invadió el país en 1939, Irena era enfermera en el Departamento de Bienestar Social de Varsovia el cual  manejaba los comedores comunitarios de la ciudad.

En 1942 los nazis crearon un ghetto en Varsovia e Irena horrorizada por las condiciones en que se vivía allí se unió al Consejo para la Ayuda de Judíos. 
Consiguió identificaciones de la oficina sanitaria, una de cuyas tareas era la lucha contra las enfermedades contagiosas. Como los alemanes invasores tenían miedo de que se desatara una epidemia de tifus, toleraban que los polacos controlaran el recinto
Pronto se puso en contacto con familias a las que les ofreció llevar a sus hijos fuera del Gueto. Pero no les podía dar garantías de éxito.

Era un momento horroroso, debía convencer a los padres de que le entregaran sus hijos y  ellos le preguntaban: "¿Puedes prometerme que mi niño vivirá?"……
¿Qué se podía prometer cuándo ni siquiera se sabía si lograrían salir del gueto? Lo único cierto era que los niños morirían si permanecían en él.
Las madres y las abuelas no querían desprenderse de sus hijos y nietos. Irena las entendía perfectamente, en aquel entonces, ella era madre, y de todo el proceso que ella llevaba a cabo con los niños, el más duro era el momento de la separación.

Algunas veces, cuando Irena o sus chicas volvían a visitar a las familias para intentar hacerlas cambiar de opinión, se encontraban con que todos habían sido llevados al tren que los conduciría a los campos de la muerte.
Cada vez que le ocurría algo así, luchaba con más fuerza por salvar a más niños.
Comenzó a sacarlos en ambulancias como víctimas de tifus, pero pronto se valió de todo lo que estaba a su alcance para esconderlos y sacarlos de allí: cestos de basura, cajas de herramientas, cargamentos de mercaderías, sacos de patatas, ataúdes... en sus manos cualquier elemento se transformaba en una vía de escape.
Logró reclutar al menos una persona de cada uno de los diez centros del Departamento de Bienestar Social.
Con su ayuda, elaboró cientos de documentos falsos con firmas falsificadas dándole identidades temporarias a los niños judíos.
Irena vivía los tiempos de la guerra pensando en los tiempos de la paz. Por eso no le alcanzaba con mantener con vida a esos niños.

Quería que un día pudieran recuperar sus verdaderos nombres, su identidad, sus historias personales, sus familias.
Entonces ideó un archivo en el que registraba los nombres de los niños y sus nuevas identidades.
Apuntaba los datos en pedazos pequeños de papel y los enterraba dentro de botes de conserva bajo un manzano en el jardín de su vecino.
Allí aguardó sin que nadie lo sospechase el pasado de 2.500 niños… hasta que los nazis se marcharon.
Pero un día, los nazis supieron de sus actividades.
El 20 de octubre de 1943, Irena Sendler fue detenida por la Gestapo y llevada a la prisión de Pawiak donde fue brutalmente torturada.
En un colchón de paja de su celda, encontró una estampa ajada de Jesucristo. La conservó como el resultado de un azar milagroso en aquellos duros momentos de su vida, hasta el año 1979, en que se deshizo de élla y se la obsequió a Juan Pablo II.

Irena era la única que sabía los nombres y las direcciones de las familias que albergaban a los niños judíos; soportó la tortura y se rehusó a traicionar a sus colaboradores o a cualquiera de los niños ocultos.
Le rompieron los pies y las piernas además de innumerables torturas. Pero nadie pudo romper su voluntad. Así que fue sentenciada a muerte.
Una sentencia que nunca se cumplió porque camino del lugar de la ejecución, el soldado que la llevaba la dejó escapar. La resistencia le había sobornado porque no querían que Irena muriese con el secreto de la ubicación de los niños.
Oficialmente figuraba en las listas de los ejecutados, así que a partir de entonces, Irena continuó trabajando pero con una identidad falsa.

 
Al finalizar la guerra, élla misma desenterró los frascos y utilizó las notas para encontrar a los 2.500 niños que colocó con familias adoptivas.
Los reunió con sus parientes diseminados por todo Europa, pero la mayoría había perdido a sus familiares en los campos de concentración nazis.

Los niños sólo la conocían por su nombre clave: Jolanta.
Pero años más tarde cuando su historia salió en un periódico acompañada de fotos suyas de la época,varias personas empezaron a llamarla para decirla: “Recuerdo tu cara….soy uno de esos niños, te debo mi vida, mi futuro y quisiera verte….”

Su padre un médico, que falleció de tifus cuando ella era todavía pequeña, le inculcó lo siguiente:
 “Ayuda siempre al que se está ahogando, sin tomar en cuenta su religión o nacionalidad. Ayudar cada día a alguien tiene que ser una necesidad

que salga del corazón”