Llegué a mi casa esa noche,
mientras mi esposa me servía la cena, le tomé la mano y dije, tengo algo que
decirte. Ella se sentó callada, la miré y ví dolor en sus ojos, de pronto no
sabía cómo abrir mi boca, mas tenía que decirle lo que estaba pensando. "quiero
el divorcio". ella no pareció estar disgustada por mis palabras, me preguntó
suavemente ¿por qué? Diciendo seguidamente ¡tú no eres un hombre!
Esa noche no hablamos, ella lloraba, sabía que ella ansiaba saber qué estaba pasando con nuestro matrimonio, pero no quise dar repuesta. Sucedía que ella había perdido mi corazón había otra mujer, Juana, yo ya no amaba a mi esposa, solo sentía lástima por ella. Con sentimiento de culpa, escribí un acuerdo de divorcio, en el cual ella se quedaba con la casa, el coche y el 50% de nuestro negocio, ella miró el papel y lo rompió a pedazos.
Ella había pasado diez años de su vida conmigo, ahora éramos como extraños, me daba lástima, por todo su tiempo perdido, su energía invertida en la relación... pero ya no podía cambiar, yo amaba a Juana, de pronto empezó a gritar y a llorar como para desahogarse. Ahora tenía mas claro que quería divorciarme.
Al siguiente día llegué a casa y la encontré escribiendo, no cené y me fuí a dormir, estaba tan cansado por haber pasado el día con Juana. Cuando desperté, todavía estaba mi esposa escribiendo, no me importó, me di la vuelta y seguí durmiendo.
Por la mañana mi esposa me presentó sus condiciones para el divorcio: no quería nada de mí pero necesitaba un mes de aviso antes del divorcio, me pedía que por un mes tendríamos que vivir como si nada y seguir con toda normalidad, su razón era simple, nuestro hijo tenía todo ese mes exámenes y no quería molestarlo con nuestro matrimonio roto, yo estuve de acuerdo, además había otra petición: que me acordara la vez en la cual la llevé a nuestro cuarto el día que nos casamos, me pidió que este mes, todo los días la llevara del cuarto hasta la puerta de salida de la casa.
Pensé que se estaba volviendo loca pero para que la fiesta fuera en paz, acepté. Le conte a Juana lo que mi esposa me pidió, Juana se reía a carcajadas, le parecía un absurdo tal petición, mas no le importaba qué truco usara mi esposa, con tal de que le diera el divorcio..
Mi esposa y yo no teníamos contacto físico desde que exprese mis intenciones de divorcio, así que cuando la llevé el primer día hasta la puerta, los dos nos sentimos mal, nuestro hijo caminaba detrás aplaudiéndonos y decía; papá está cargando a mi mami en sus brazos! Sus palabras me causaron dolor, caminé los diez metros con mi esposa en brazos, ella cerró los ojos y me dijo en voz baja, no le digas a nuestro hijo del divorcio, asentí con la cabeza algo disgustado y la bajé al llegar a la puerta y me fuí al trabajo.
Al segundo día ambos estabamos más relajados, ella se apoyó en mi pecho, pude sentir la fragancia de su blusa, dándome cuenta que hacía tiempo que no la miraba detenidamente, me dí cuenta que ya no era tan joven, le habían aparecido arrugas, algunas canas... ¡se notaba ya el daño en nuestro matrimonio! y me pregunté ¿qué le hice?
El cuarto día la llevé nuevamente, sentí que la intimidad estaba regresando entre ambos, ésta era la mujer que me dió quince años de su vida.
En el quinto y sexto día, seguía creciendo nuestra intimidad, no le dije nada a Juana al respecto, cada día era mas fácil cargar a mi esposa y el mes se iba volando, pensé que me estaba acostumbrando a cargarla y por eso era menos notable cargar el peso de su cuerpo. Una mañana ella estaba mirando qué ponerse, se habia probado muchos vestidos pero no le estaban, quejándose dijo; mis vestidos se han puesto grandes... y fue ahí que me dí cuenta lo delgada que estaba, esa era la razón por cual yo no sentía su peso al cargarla. De pronto me dí cuenta que se había enterrado mucho dolor y amargura, sin darme cuenta toqué sus cabellos, nuestro hijo entró al cuarto y dijo; papá, llegó el momento de que lleves a mamá hasta la puerta. Para mi hijo ver a su padre día tras día llevar a su mamá hasta la puerta, se había convertido en una parte esencial de su vida. Mi esposa lo abrazó, volví la cara sintiendo temor de que cambiara mi forma de pensar sobre el divorcio. Ya llevar a mi esposa en brazos hasta la puerta, me sentía igual que en el primer día de nuestra boda, ella acariciaba mi cuello suavemente y con naturalidad, yo la abrazaba fuertemente ¡igual que nuestra noche de bodas! la abracé y no me moví! pero la sentí tan livianita y delgada que me dió pena.
El ultimo día igual la abracé y no quise moverme, no me di cuenta que ya teniamos intimidad entre nosotros, mi hijo estaba para ir a la escuela, así que debimos irnos cada cual a lo suyo. Salí del coche sin cerrar la puerta, subí la escalera, Juana me abrió la puerta, y le dije a toda prisa ; discúlpame, lo siento, no quiero divorciarme de mi esposa, Juana me miró asombrada , me preguntó si estaba bién? yo solo pude decir: mi esposa y yo nos amamos, ocurría que entramos en rutina y estábamos aburridos, no valoramos los detalles de nuestra vida, y desde que empecé a llevarla del cuarto a la puerta, me dí cuenta que debo cargarla por el resto de nuestras vidas... hasta la muerte! Juana empezo a llorar, me dió una bofetada y cerró la puerta. bajé las escaleras, y subí al coche a toda prisa, conduciendo a toda velocidad hacia la floristería para comprar flores a mi esposa.
La joven en la floristería me preguntó; Que había escrito en la tarjeta. Mi respuesta fue: te llevaré todas las mañanas hasta que la muerte nos separe. Llegué a casa con las flores en las manos y una sonrisa en el rostro, corrí, subí las escaleras y entré……. solo para encontrar a mi esposa !¡muerta! Mi esposa había estado luchando contra el cáncer... y yo estaba tan ocupado con Juana que nI me dí cuenta. Mi esposa sabía que estaba muriendo, por eso me pidió un mes de aviso antes del divorcio, para que a nuestro hijo no le quedara un mal recuerdo del divorcio, para que no tuviera una reacción negativa!!! por lo menos le quedaría a mi hijo la certeza de que su padre era un buen hombre que amó a su esposa. Los pequeños detalles son lo que importa en una relación, no la casa, el coche o el dinero. los últimos inducen a pensar que son necesarios para llevarte a la felicidad... pero en realidad, no es así. Pelea por mantener tu matrimonio felíz.
Esa noche no hablamos, ella lloraba, sabía que ella ansiaba saber qué estaba pasando con nuestro matrimonio, pero no quise dar repuesta. Sucedía que ella había perdido mi corazón había otra mujer, Juana, yo ya no amaba a mi esposa, solo sentía lástima por ella. Con sentimiento de culpa, escribí un acuerdo de divorcio, en el cual ella se quedaba con la casa, el coche y el 50% de nuestro negocio, ella miró el papel y lo rompió a pedazos.
Ella había pasado diez años de su vida conmigo, ahora éramos como extraños, me daba lástima, por todo su tiempo perdido, su energía invertida en la relación... pero ya no podía cambiar, yo amaba a Juana, de pronto empezó a gritar y a llorar como para desahogarse. Ahora tenía mas claro que quería divorciarme.
Al siguiente día llegué a casa y la encontré escribiendo, no cené y me fuí a dormir, estaba tan cansado por haber pasado el día con Juana. Cuando desperté, todavía estaba mi esposa escribiendo, no me importó, me di la vuelta y seguí durmiendo.
Por la mañana mi esposa me presentó sus condiciones para el divorcio: no quería nada de mí pero necesitaba un mes de aviso antes del divorcio, me pedía que por un mes tendríamos que vivir como si nada y seguir con toda normalidad, su razón era simple, nuestro hijo tenía todo ese mes exámenes y no quería molestarlo con nuestro matrimonio roto, yo estuve de acuerdo, además había otra petición: que me acordara la vez en la cual la llevé a nuestro cuarto el día que nos casamos, me pidió que este mes, todo los días la llevara del cuarto hasta la puerta de salida de la casa.
Pensé que se estaba volviendo loca pero para que la fiesta fuera en paz, acepté. Le conte a Juana lo que mi esposa me pidió, Juana se reía a carcajadas, le parecía un absurdo tal petición, mas no le importaba qué truco usara mi esposa, con tal de que le diera el divorcio..
Mi esposa y yo no teníamos contacto físico desde que exprese mis intenciones de divorcio, así que cuando la llevé el primer día hasta la puerta, los dos nos sentimos mal, nuestro hijo caminaba detrás aplaudiéndonos y decía; papá está cargando a mi mami en sus brazos! Sus palabras me causaron dolor, caminé los diez metros con mi esposa en brazos, ella cerró los ojos y me dijo en voz baja, no le digas a nuestro hijo del divorcio, asentí con la cabeza algo disgustado y la bajé al llegar a la puerta y me fuí al trabajo.
Al segundo día ambos estabamos más relajados, ella se apoyó en mi pecho, pude sentir la fragancia de su blusa, dándome cuenta que hacía tiempo que no la miraba detenidamente, me dí cuenta que ya no era tan joven, le habían aparecido arrugas, algunas canas... ¡se notaba ya el daño en nuestro matrimonio! y me pregunté ¿qué le hice?
El cuarto día la llevé nuevamente, sentí que la intimidad estaba regresando entre ambos, ésta era la mujer que me dió quince años de su vida.
En el quinto y sexto día, seguía creciendo nuestra intimidad, no le dije nada a Juana al respecto, cada día era mas fácil cargar a mi esposa y el mes se iba volando, pensé que me estaba acostumbrando a cargarla y por eso era menos notable cargar el peso de su cuerpo. Una mañana ella estaba mirando qué ponerse, se habia probado muchos vestidos pero no le estaban, quejándose dijo; mis vestidos se han puesto grandes... y fue ahí que me dí cuenta lo delgada que estaba, esa era la razón por cual yo no sentía su peso al cargarla. De pronto me dí cuenta que se había enterrado mucho dolor y amargura, sin darme cuenta toqué sus cabellos, nuestro hijo entró al cuarto y dijo; papá, llegó el momento de que lleves a mamá hasta la puerta. Para mi hijo ver a su padre día tras día llevar a su mamá hasta la puerta, se había convertido en una parte esencial de su vida. Mi esposa lo abrazó, volví la cara sintiendo temor de que cambiara mi forma de pensar sobre el divorcio. Ya llevar a mi esposa en brazos hasta la puerta, me sentía igual que en el primer día de nuestra boda, ella acariciaba mi cuello suavemente y con naturalidad, yo la abrazaba fuertemente ¡igual que nuestra noche de bodas! la abracé y no me moví! pero la sentí tan livianita y delgada que me dió pena.
El ultimo día igual la abracé y no quise moverme, no me di cuenta que ya teniamos intimidad entre nosotros, mi hijo estaba para ir a la escuela, así que debimos irnos cada cual a lo suyo. Salí del coche sin cerrar la puerta, subí la escalera, Juana me abrió la puerta, y le dije a toda prisa ; discúlpame, lo siento, no quiero divorciarme de mi esposa, Juana me miró asombrada , me preguntó si estaba bién? yo solo pude decir: mi esposa y yo nos amamos, ocurría que entramos en rutina y estábamos aburridos, no valoramos los detalles de nuestra vida, y desde que empecé a llevarla del cuarto a la puerta, me dí cuenta que debo cargarla por el resto de nuestras vidas... hasta la muerte! Juana empezo a llorar, me dió una bofetada y cerró la puerta. bajé las escaleras, y subí al coche a toda prisa, conduciendo a toda velocidad hacia la floristería para comprar flores a mi esposa.
La joven en la floristería me preguntó; Que había escrito en la tarjeta. Mi respuesta fue: te llevaré todas las mañanas hasta que la muerte nos separe. Llegué a casa con las flores en las manos y una sonrisa en el rostro, corrí, subí las escaleras y entré……. solo para encontrar a mi esposa !¡muerta! Mi esposa había estado luchando contra el cáncer... y yo estaba tan ocupado con Juana que nI me dí cuenta. Mi esposa sabía que estaba muriendo, por eso me pidió un mes de aviso antes del divorcio, para que a nuestro hijo no le quedara un mal recuerdo del divorcio, para que no tuviera una reacción negativa!!! por lo menos le quedaría a mi hijo la certeza de que su padre era un buen hombre que amó a su esposa. Los pequeños detalles son lo que importa en una relación, no la casa, el coche o el dinero. los últimos inducen a pensar que son necesarios para llevarte a la felicidad... pero en realidad, no es así. Pelea por mantener tu matrimonio felíz.
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