Un día de
verano María se fijó en que su abuelo tenía muchísimas arrugas, no sólo en la
cara, sino por todas partes.
Abuelo,
deberías darte la crema de mamá para las arrugas.
Ya lo sé María. Es que soy un poco viejo... Pero no quiero perder ni una sola de mis arrugas. Debajo de cada una guardo el recuerdo de algo que aprendí :
Ya lo sé María. Es que soy un poco viejo... Pero no quiero perder ni una sola de mis arrugas. Debajo de cada una guardo el recuerdo de algo que aprendí :
"Esta
la guardo del día que aprendí que era mejor perdonar que guardar rencor, esta
de cuando supe que escuchar era mejor que hablar, esa otra enorme, que es más
importante dar que recibir o una muy escondida que decía que no había nada
mejor que pasar el tiempo con los niños...".
Desde aquel día, a María su abuelo le parecía cada día más guapo, y cada arruga que aparecía en su rostro, María acudía corriendo para ver qué nueva lección aprendía.
Hasta que
en una de aquellas charlas, fue su abuelo quien descubrió una pequeña arruga en
el cuello de la niña: ¿Y tú? ¿Qué lección guardas ahí? María sonriendo le dijo:
Que no importa lo viejico que llegues a ser abuelo, porque....
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