6 DE AGOSTO. EFEMÉRIDES NAVARRAS.
*1430.
La localidad de Peralta, los reyes Blanca y Juan II la donaron hereditariamente a Pierres de Peralta el 6 de agosto de 1430, como premio de su intervención en las treguas de Majano. La población se convirtió así en señorío nobiliario y uno de los puntales de la facción agramontesa. A instancias de los vecinos, la princesa Leonor intentó en vano reintegrarlos al dominio directo de la Corona (1469); les concedió al menos el privilegio de celebración de mercado los primeros lunes de mes (1473). Carlos III les había otorgado ya (1389) una feria anual de 12 días a partir del 27 de abril. Con Alonso Carrillo de Peralta el señorío recayó en los marqueses de Falces (1513), los cuales compraron luego con ayuda del concejo la jurisdicción criminal (1630). Los vecinos habían cedido a Teobaldo I (1252) el patronato de la iglesia local de San Juan.
Quedó como villa de señorío hasta la desaparición de este tipo de jurisdicciones en la primera mitad del siglo XIX. El marqués de Falces, nombraba un alcalde del estado general de labradores; el gobierno político residía en un ayuntamiento, compuesto por el alcalde y cuatro regidores, los tres primeros del estado noble y el cuarto del general, sorteados anualmente de sus respectivas bolsas y confirmados por el Consejo del reino. Con las reformas generales de la administración local de 1835-1845, desaparecidas las jurisdicciones especiales, Peralta quedó como ayuntamiento de régimen común.
*1811.
Navarra apenas conoció el régimen feudal en los siglos X al XIII, época en la cual Europa occidental era prácticamente un mosaico de señoríos jurisdiccionales. Los reyes, conscientes de las reducidas posibilidades del Reino, supieron evitar su aparición, que necesariamente hubiera supuesto la desintegración del territorio o su absorción por los grandes reinos vecinos. El sistema de honores y tenencias permitía al rey favorecer a los nobles, confiándoles fortalezas o plazas fuertes con su respectiva comarca o distrito, pero sin desvincularlas nunca del dominio real. Sancho el Fuerte, por su parte, adquirió mediante compra, de varios señores, algunos pueblos y castillos como Barillas, Buñuel, Cárcar o Cintruénigo. En la época de la casa de Champaña había en Ultrapuertos ocho feudos: Agramont, Baiguer, Commingues, Couserans, Mauleón, Mira, Ostabares y Tartas, cuyos señores -alguno de ellos tenía títulos de vizconde- estaban ligados por vínculo de vasallaje al rey de Navarra, mediante pleito homenaje. En 1281 la reina doña Juana adquirió por compra el de Cascante a los hijos de don Pedro Sánchez de Monteagudo.
Los obispos de Pamplona poseían la jurisdicción sobre la ciudad de Pamplona, y algunos castillos, como los de Huarte, Oro y Monjardín, por donación de algunos reyes anteriores a la iglesia, lo cual fue origen de diversos litigios hasta que a principios del siglo XIV la mitra renunció en favor de la corona.
Como puede observarse y en más casos no reseñados, la tendencia de la monarquía navarra era hasta el siglo XIII no sólo refractaria a dar territorios a la nobleza en régimen señorial o feudal, sino que se trató por todos los medios de incorporar a la corona, mediante adquisición o relación de vasallaje, los señoríos existentes de antiguo, consolidando la base de la monarquía y la propia configuración del Reino.
En el siglo XIV se produjo un cambio radical en esta política. Carlos II Evreux, metido en guerras y empresas militares que trascendían los límites y posibilidades de su reino, se vio forzado a compensar de algún modo a los nobles y capitanes que le ayudaban en ellas. Por otra parte, empezaban ya a aparecer los bastardos de la casa real, a los que había que dotar de un patrimonio propio. Carlos III el Noble continuaría esta costumbre de dignificar a los bastardos con señoríos y títulos, en su afán de crear una nobleza a imitación de la castellana. Surge de este modo un tardío proceso de señorialización.
Este proceso se incrementó y agudizó en el reinado de Juan II, a raíz de sus luchas con el Príncipe de Viana y consiguiente división del reino -y singularmente de la nobleza- en bandos o facciones: agramonteses y beaumonteses, originando las luchas civiles que traerían la desolación al Reino, acabando con su independencia.
Ablitas pasó al dominio de los mariscales por letras reales de 1361 y 1405. En 1425 se creó el condado de Lerín como regalo de boda para la infanta Juana y don Luis de Beaumont; llegó a comprender las villas de Lerín, Cárcar, Andosilla, Mendavia, Lodosa, Sartaguda, Sesma, Allo y Dicastillo. En 1430 mosén Pierres de Peralta, dueño del castillo de Marcilla, recibió el señorío de Peralta y Funes; más tarde se agregaría también Falces, formando el marquesado de este nombre, que junto con el condado de Lerín constituirían los dos señoríos o estados, como también se les llamaba, más poderosos de Navarra.
Un año antes, en 1429, Juan II dio el castillo y villa de Monteagudo a mosén Florestán de Agramont. Peña, con su castillo, fue dada en 1434 a mosén Beltrán de Ezpeleta. El castillo de Tiebas lo recibió del rey el Gran Prior don Juan de Beaumont en 1445. Al año siguiente, el Príncipe de Viana le dio la villa de Milagro, y la de Santacara en 1447.
Algunas villas pasaron de mano en mano, según el capricho de los reyes. Cárcar, por ejemplo, fue dada en 1414 a don Godofre, conde de Cortes; más tarde al señor de Luxa; en 1447 a mosén Juan de Monreal y en 1470 a don Pedro Vaca, para volver en 1512 al conde de Lerín. Otras lograron liberarse del señorío y reintegrarse al real patrimonio, después de haber sido enajenadas, como ocurrió con Arguedas, Caparroso, Cascante, Cintruénigo, Milagro, Valtierra y algunas más.
En 1472, las Cortes del Reino, viendo que el mal se extendía peligrosamente, trataron de poner remedio. Para ello acordaron que las villas, lugares y castillos que las tropas reales recobrasen de poder de los rebeldes alzados en armas, quedasen definitivamente incorporadas al patrimonio real, en calidad de realengos. Algo se consiguió, pero ya era tarde. Veinte años más tarde, el rey Juan de Labrit desterraría al conde de Lerín, confiscándole sus villas y castillos y poniéndolos en manos de caballeros leales al trono. Fernando el Católico lo acogió y protegió, y contando con su colaboración, precipitó el hundimiento del trono navarro.
Curiosamente había de ser Fernando el Católico quien iba a apaciguar las banderías y someter las rivalidades entre los nobles, tan pronto como se hizo cargo de la corona de los Labrit. Astuto siempre, y enérgico cuando así convenía, logró dominar -al menos exteriormente- a agramonteses y a beaumonteses.
Las prerrogativas señoriales, en los siglos XVI a XIX, eran de muy diversos tipos, comprendiendo en muchos casos prestaciones y servidumbres personales más o menos onerosas o humillantes. Sobre esto hubo infinidad de pleitos. Aparte de otras prerrogativas honoríficas, el señorío comportaba normalmente la facultad de nombrar a los alcaldes de las villas y lugares integrados en él, e incluso, en muchas ocasiones, también el derecho de presentación de beneficios eclesiásticos en las iglesias respectivas.
Los señoríos jurisdiccionales fueron suprimidos por vez primera en España, por decreto de las Cortes de Cádiz de 6 de agosto de 1811 y 19 de julio de 1813, por cuyo tenor quedaron incorporados a la Nación, y consecuentemente a la jurisdicción común al resto de los municipios. Restablecidos en todo su antiguo vigor al regreso de Fernando VII, fueron de nuevo suprimidos por R. O. de 13.4.1820, nada más iniciarse en Trienio Constitucional. En 1823, con la reintegración de Fernando VII a su poder absoluto, volvieron a anularse las disposiciones liberales. Habría que esperar a la implantación definitiva del sistema constitucional, en el período 1834-1837, para que los antiguos señoríos quedasen plenamente abolidos.
Lo que se abolía era el antiguo estatus señorial, que aparte de la propiedad de la tierra, incluía la jurisdicción sobre las gentes habitantes en los señoríos. Quedaron también suprimidos los llamados signos externos de vasallaje, como picotas, horcas, etc. En algunos pueblos, como Lerín, el vecindario, imbuido de las nuevas ideas, cometió desmanes y excesos contra símbolos del señorío, como el sepulcro de alabastro que los condes poseían en la iglesia de la villa. Otros, como Marcilla, sacaron de la iglesia y arrojaron a un campo el reclinatorio y sitial de honor que la marquesa poseía en el presbiterio de la parroquia.
*1870.
El 6 de agosto de 1870 se celebró en Sada una entrevista en la que asistieron el carlista Joaquín Ochoa de Olza – Miembro de la Junta de Vevey y fiel a Carlos de Borbón-, Antonio Escoda, coronel jefe de la comandancia de carabineros de Navarra, y el general Eustaquio Díaz de Rada. Parece ser que en ella se trató el levantamiento carlista que se produjo días después, en que Díaz de Rada dirigió las tropas de voluntarios cuando éstas penetraron por un portillo montañoso cercano a Bera de Bidasoa y tuvieron que retroceder rápidamente apercibidas de la traición del comandante en jefe de carabineros, Antonio Escoda.
En el año 1872 comenzó la Tercera Guerra Carlista, pero anteriormente fueron años de hostilidades y agitación carlista.
*1962.
En Artajona, el 6 de agosto de 1962 se fundó la Cooperativa Trilladora Nuestra Señora de Jerusalén
*1987.
José María Lacarra y de Miguel, natural de Estella, nació el 24 de mayo de 1907, en el seno de una familia de origen bajonavarro, establecida en Arróniz (Navarra) en el siglo XVI. Cuarto hijo del abogado y foralista estellés Victoriano Lacarra Mendiluce, estudió en los Escolapios estelleses y terminó en la Universidad de Madrid la carrera de Derecho, pero se matriculó simultáneamente desde el curso 1923-1924 en la Facultad de Filosofía y Letras. Halló en ésta excepcionales profesores, como Manuel Gómez Moreno, Agustín Millares Carlo y Claudio Sánchez-Albornoz, cuyas enseñanzas afirmaron su vocación de historiador, intuida desde la adolescencia y avalada por una sólida formación humanística.
Máximo representante y maestro de la moderna historiografía sobre Navarra, posiblemente el mejor medievalista sobre la historia del Reino de Navarra, y un estudioso igualmente del Reino de Aragón tanto en su proyección sobre el valle del Ebro.
La Guerra Civil española, le sorprendió en Madrid y le ocasionó la pérdida de gran parte de su biblioteca y material de trabajo -principalmente sobre manuscritos de fueros- que había recopilado hasta entonces.
En 1940 gana la Cátedra de Historia Medieval de la Universidad de Zaragoza, que dirigió hasta su jubilación en 1977. En la capital aragonesa tendrán su centro sus rigurosas y fecundas investigaciones.
Funda y es primer director del Centro de Estudios Medievales de Zaragoza, de tanta importancia en el panorama medievalista español, tomando parte muy activa en la creación de la Institución "Príncipe de Viana", auspiciada por la Diputación Foral de Navarra, de la que nunca se alejará y en cuya revista irán apareciendo muchos de sus trabajos.
El 26 de noviembre de 1977, ingresa en la Real Academia de la Historia, con un discurso sobre El Juramento de los Reyes de Navarra (1234-1329), Madrid, 1972
Falleció en Zaragoza el 6 de agosto de 1987.
*Los paloteadores de Fustiñana trajeados a la antigua usanza con sayales vistosos, justillos fantásticos, calzas con cintas y cascabeles y otros adornos, acompañaban al ayuntamiento, tanto en la iglesia como en la calle, distinguiéndose en la procesión, en la cual, formando entre filas de los devotos avanzaban y retrocedían periódicamente, danzando y paloteando con dirección hacia los santos, saludándoles y reverenciándoles. El paloteado se verificaba en la plaza mayor, ante las autoridades y el pueblo, y después de realizar todos con los palos variados y complicados ejercicios, concluían con el precioso trenzado, terminaba el espectáculo con la despedida. Se celebraba el día 6 de agosto, día de los patronos Santos Justo y Pastor e intervenían cuatro parejas de danzantes, el mayoral y el rabadán. Finalizada la misa recitaban versos en honor de los santos y otros de carácter jocoso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario