Nació el 30 de Octubre en Tlacotalpán, México, en 1897.
Murió en Ciudad de México, en 1970.
Compositor de canción melódica. Por su formación
autodidacta, su prolífica producción y su incontestable éxito, Agustín Lara ha
sido considerado en numerosas ocasiones como el Irving Berlin de la canción
mexicana. Conocido como el Flaco de Oro, son incontables las canciones
compuestas por este músico que han conquistado una fama imperecedera: Granada(inmortalizada
por el tenor Mario Lanza), el chotis Madrid, Noche criolla, La Cumbancha , Noche de
ronda, Solamente una vez, Palmera o María bonita (escrita para
su esposa, la actriz María Félix) son sólo algunas de las más célebres.
Adaptadas a numerosos idiomas y cantadas en los más diferentes estilos, su
éxito en el Viejo y el Nuevo Mundo procuró a su autor los mayores honores y el
reconocimiento general. Junto con la canción melódica, Lara también sobresalió
en la composición de música para cine; suya es, por ejemplo, la partitura de Santa,
una de las primeras películas sonoras realizadas en México.
Aunque había estudiado piano y demostrado sus excepcionales
dotes para la música, Agustín Lara ingresó a los quince años en el Colegio
Militar; pronto se daría cuenta de que su vocación no era el militar. Durante
la década de 1920 trabajó como pianista en bares y cafés y en salas de cine
mudo; a finales de la década acompañaba ya al piano a intérpretes como Juan
Arvizu y Maruja Pérez, que daban sus recitales en cines de la capital. En 1931
se puso al frente del programa La hora azul, de la emisora XEW. Comenzó a
dirigir la orquesta El Son Marabú mientras voces como las de Ana María
Fernández y Toña la Negra
popularizaban sus canciones.
Empezó entonces una frenética carrera hacia la fama. En 1932
realizó su primera gira por el extranjero; actuó en París, donde su canción El
farolito se convirtió en tema de moda. Obtuvo también un éxito sin
parangón durante la gira que efectuó en México en 1935, junto a Pedro Vargas y
el Chino Ibarra. Entre los principales espectáculos que Agustín Lara
presentó al público se recuerdan especialmente Pecadora, Revancha,
Coqueta, Mujeres en mi vida, Perdida y La mujer que yo amé.
Contratado para trabajar en Hollywood como musicalizador de
películas, no le resultó sin embargo fácil acostumbrarse a aquel mundo frívolo
y deshumanizado, con sus tensiones y su abundancia de divas y directores
caprichosos. Aunque no quiso centrar su carrera profesional en el cine, su
prestigio acabó por consolidarse en la industria del celuloide, gracias a las
bandas sonoras que compuso para filmes como Santa, México Lindo, Carne de
Cabaret, Virgen de medianoche, Pervertida, Noche de ronda, Humo en los ojos,
Señora tentación, Cortesana y Aventurera.
Facilitó sin duda su entrada triunfal en el cine su
matrimonio con la bellísima y siempre controvertida actriz mexicana María
Félix, que tuvo lugar en 1945. Célebre por sus devaneos amorosos (se le solían
atribuir romances con personajes populares del cine y la política), la actriz
trabajó junto a los más destacados galanes del cine mexicano (Jorge Negrete, Pedro
Infante o Pedro Armendáriz).
Durante su matrimonio con María Félix, Agustín Lara
convirtió su casa de Las Lomas en un acogedor centro de reunión de escritores y
artistas. Foco de atención del gran público, la popularidad de ambos no cesaba
de crecer.
A lo largo de su dilatada carrera como compositor (y también
como autor de la mayoría de sus letras), creó hermosas y románticas canciones
que alcanzarían una popularidad universal. La obra de Lara comprende unas
setecientas piezas entre boleros, pasodobles, baladas, tangos, pasacalles y
melodías, que podrían enmarcarse dentro del género tropical; fue también el
autor de la extraordinaria opereta El pájaro de oro (1946). Entre sus
temas más conocidos sobresalen, junto a los ya citados, Lamento jarocho, Mujer, Veracruz, Azul, Rival y Arráncame
la vida; títulos todos ellos entrañables que han resistido el paso del tiempo
hasta convertirse en canciones de siempre.
Con temáticas abiertamente eróticas, una asimilación de
todas las corrientes musicales en boga y desconcertantes imágenes modernistas,
Agustín Lara dotó a la canción romántica de una sensibilidad acorde con el
medio urbano de los años treinta y cuarenta. Las letras de algunas canciones
surgidas de su inspiración (Señora tentación, Te quiero, Cada noche
un amor o Humo en los ojos) escandalizaron a la opinión pública,
hasta el punto de que llegaron a prohibirse sus piezas en las escuelas.
Cuestionado y considerado por sus detractores "el sepulturero de la
canción mexicana", Lara fue pionero en el óptimo aprovechamiento de todos los
medios de difusión: teatro de revista, discos y radio.